Rafael
Pascuale Zamora

Espejos de una humanidad perdida
Museo de arte contemporáneo (MAC Lima)
Lima, Perú
(2021)

Curatorial text
by
Ramón Mujica Pinilla
EN CARNE VIVA
Rafael Pascuale y las huellas de una humanidad perdida
El pintor peruano Rafael Pascuale (n.1987) retoma con sus lienzos una noción barroca del cuerpo humano y plantea con ella nuevas y turbadoras propuestas visuales y teóricas. Se vale de las composiciones iconográficas canónicas de José de Ribera (1591-1652), Guido Reni (1575-1642) y Pedro Pablo Rubens (1577-1640) -entre otros- para intervenir el imaginario tradicional europeo asociado con la mitología grecorromana, las Sagradas Escrituras y la hagiografía católica. Sus pinturas de gran formato -exhibidas aquí por primera vez- literalmente re-presentan a las Tres Gracias, el Martirio y Crucifixión de San Pedro, el “despellejamiento” vivo de San Bartolomé y la Degollación o Matanza de los Santos Inocentes, sin mencionar otras escenas clásicas recogidas en sus espléndidos bocetos a pluma. El denominador común en todos sus cuadros es la “carnalidad desnuda” barroca. Pascuale parte de un crudo naturalismo fisionómico , casi científico, a partir del cual construye anatomías imaginarias, con extremidades disfuncionales. Utiliza una técnica pictórica del Renacimiento Italiano conocida como el boteggiando. Para ello superpone capas de pintura, ocultas bajo barnices, a fin de dotar a sus figuras de una textura casi escultórica y tridimensional. Obsesionado con las mutaciones genéticas, Pascuale presenta estas transgresiones en el orden natural como una representación surrealista con contenidos moralizadores. En su versión de los martirios de san Pedro y san Bartolomé, los cuerpos de los santos son parte del de sus verdugos. El torso joven y musculoso de los agresores se fusiona con las anatomías visiblemente envejecidas de sus víctimas. Estas se distinguen por la contextura y colores cambiantes de su piel apergaminada, translúcida y grisáceoverdosa, con arrugas que cuelgan y se desprenden de la carne opaca. Pascuale transgrede el arte religioso para re-semantizarlo. Sus personajes tienen múltiples extremidades: cabezas, manos, piernas, tórax, abdomen dando a entender que son seres vivos y en movimiento dentro del cuadro. Ninguno de ellos -sin embargo- tiene un rostro. Es decir, han dejado de ser personajes históricos o míticos identificables propios del arte barroco europeo. En su pintura, el Verbo Divino – el Dios humanado- que se hizo carne ha desaparecido para siempre. Ha quedado liquidado, licuado en una masa de cuerpos colectivos anónimos e irredimibles; sin voz ni identidad propia. Pascuale ha creado una potente metáfora visual que personifica la deshumanización moderna de la sociedad y la guerra. La Matanza de los inocentes -su obra maestra- es un jeroglífico barroco contemporáneo que cifra la devaluación total del cuerpo humano en nuestros días, reflejado en la ruma inmensa de hombres, mujeres, niños y ancianos inocentes, amontonados unos sobre otros, masacrados e inertes. Herodes encarna al gobernante tiránico que ejerce su poder absoluto oprimiendo los cuerpos sin rostro de víctimas deshumanizadas. La escena bíblica recuerda la dramática coyuntura bélica actual vivida en el Medio Oriente. Por todo ello, la pintura de Pascuale – con sus profundos fondos negros en espacios inexistentes- es el espejo mental de nuestra humanidad perdida, en carne viva.

